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Mostrando entradas de diciembre, 2009

La castañera de Jaume Segarra

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Hay recuerdos que sólo se almacenan en blanco y negro. El tiempo pasa, y la memoria resguarda su espacio rechazando lo menos útil, que muchas veces es el color de la nostalgia. Cuando no coloreamos arbitrariamente las imágenes del pasado, directamente vienen a vernos en infinitos tonos grises, matizados de albar y azabache al gusto o a la necesidad. También puede suceder que la irisación de lo recordado, sea la orden de una fotografía desteñida, casi sepia, notaria de lo que fueron un tiempo y un lugar ya lejanos. Como la niña de la película de Spielberg, yaciendo sobre cadáveres en blanco y negro, vestida con su caperuza roja, el aroma amarronado y cálido de las castañas en pleno mes de enero, sobresale cromado sobre las manos encallecidas que las mareaban en el tambor, aguardando el color perfecto de lo asado con afecto. El cartón paría calor de castañar con que aliviar el frío del invierno. Su carne saciaba el hambre, hija de jaques y mates, tras horas y horas de dura partida, dispu

Recapitulación y Apocalipsis.

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En estos días, tan propicios a la nostalgia y al recuerdo, cuando uno se siente tentado a la recapitulación, mi mente y mi ánimo andan ocupados en rememorar los lugares recorridos en pos del ajedrez. Hogares de tableros y piezas, con la hora siempre presta a ser iniciada hasta la banderita final, que me acogieron hospitalariamente, en unos como visitante recogido, en otros entrando en casa propia. Perdí mis primeras partidas a las faldas del Casino de Novelda, cuando corría el año 1977 y hubo que buscar mayor motivación que los encuentros escolares, casi siempre limitados a rivales condiscípulos de aula y maestro. Pasó el tiempo, y al solitario Casino se le unió el recién Escacs Novelda, allá por el año 1987, oficialmente, 1981 de trastienda en trastienda, organizando el célebre Campeonato Local de Ajedrez. Ambas fueron y son mi casa. Las gobierne quien las gobierne, independientemente del acierto de cada dirigente, o de la actitud de cada uno. Casino y Escacs son orgullo de noveldense

2009 ¡Feliz Navidad!

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Me pregunto si en realidad, lo que debo hacer hoy es desearos unas Felices Navidades. O si anhelo verdaderamente que alguien, como una postal anónima, me las felicite a mí. Quizás debamos preguntarnos qué tal fue la cosa desde el último abrazo. Si los deseos surtieron el efecto esperado al expresarlos, acompañados de un gesto cómplice o tan sólo cortés. Con esto pasa igual que al ver la foto de una persona desconocida: uno se pregunta por su voz, de la que la imagen no da pistas. Al ir a tender la mano, con el Feliz Navidad a cuestas, me remuerde la conciencia no saber si en verdad fue todo así, feliz. Como si el Espíritu de las Navidades pasadas no me dejara dormir, y me convirtiera en un personaje malparado de los cuentos de Dickens, viajando de tiempo en tiempo, mientras mido las consecuencias de mis actos. De un gesto que, de otra forma, se convertiría en rutinario. Justo lo que tú no mereces. Porque el mejor regalo, no anda envuelto en papel y lazos de colores, amontonado en el tr

La estrategia del riesgo III: Apariciones Marianas, primera parte.

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Cuánto tiempo sin pasarme por aquí. Ha sido un año complicado, ajedrecístico y no ajedrecístico. Cierto que he jugado más que nunca. Y cierto que he completado algunas buenas partidas, pero tengo la impresión de haber actuado a empujones, compulsivamente, sobre todo ante el tablero, en algunas ocasiones en las que la calma me hubiera llevado por mejor camino que el ímpetu. Pero es que cuando la cabeza no anda serena, la mano se embala, y, a costa de la salud nerviosa de mis compañeros de equipo, he manejado los trebejos al borde del abismo en demasiadas ocasiones. He de reconocer que en varias de ellas, en el por equipos sobre todo, gocé de algunas apariciones Marianas, en las que alguna fuerza del cielo, o del más allá, inspiró a mis rivales la virtud de la caridad. Sí, de la caridad infinita. Hay una partida que, especialmente, me viene a la memoria: Un servidor andaba bastante satisfecho con el final alcanzado, y viendo las partidas de mis compañeros, mi victoria suponía la del equi