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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Yo juego para ganar I: Bent Larsen vuelve junto a Fischer

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Como nos engañaste, Bent. Con esa imagen que vendías de jugador superficial, arrogante y descarado. Que predecías tus propios resultados con un optimismo rayano en lo cómico. Conseguiste que muchos no te tomaran en serio. Los insensatos, claro. Fischer te respetaba muchísimo. Botvinnik también. Incluso el traductor de Mis Geniales Precedesores IV te confunde con Lasker al transcribir tu nombre, otorgándote una corona que no ostentaste y sí mereciste. Dos derrotas te marcaron a los ojos de la mayoría de ajedrecistas: el 6-0 que sufriste a manos de Bobby en Denver (y eso que ibas advertido con el otro set que le endosó al pobre Mark) y la miniatura que te había colocado Spassky en Belgrado un año antes. Qué injusto. Pero muchos no tenemos en cuenta estos deslices. Es más, valoramos tu capacidad de reponerte de ellos, y seguir jugando a ganar. En este blog de Reyes sin corona, caben pocos: Rubinstein, Keres, Korchnoi, Stein y ahora tú. Agradecemos tu magisterio, ese del que no pr

Mis ídolos cotidianos: Antonio Erades Berenguer

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Qué nuestros mayores son un ejemplo a imitar, es harto conocido, si bien algunos modelos andan bastante lejos de ser un referente válido en lo que a virtudes se refiere. Cuando manejamos entre nuestras manos un grupo de alumnos, en este caso de ajedrez, pero cualquier deporte o disciplina puede ser válido, esmeramos nuestro comportamiento, pues nos sabemos mirados por los ojos de niños, sensibles a cualquier estímulo que provenga de sus maestros. Esto, que es una responsabilidad importante y, al mismo tiempo, una compensación impagable del esfuerzo realizado, no alberga comparación cuando el alumno troca en maestro, y quienes recibimos la lección somos los educadores. Y el regalo de la lección de un Dios Menor, se nos impartió en el recién Torneo Internacional de Ibi. Una de nuestras jugadoras del C.A. Aspe, disputaba su primer torneo, por supuesto el Infantil. Iba perdiendo todas sus partidas, y por añadidura, uno de sus rivales se burló de ella, por sus derrotas consecutivas. Andaba