La estrategia del riesgo VII: Apariciones Marianas, tercera parte o como huir de las tablas.

 

    Allá por 2006, jugábamos un encuentro del Interclubs muy igualado. En el momento que señala el diagrama, mi equipo perdía y las tablas eran un mal resultado. Yo llevaba negras, me tocaba jugar, y mi rival, del que no voy a decir el nombre pues falleció hace un tiempo y no me parece correcto hacerlo, estaba comenzando a jugar con cierta displicencia, convencido de que la posición eran tablas inevitables. No le faltaba razón, pero perder la concentración suele llevar a problemas. 

    Si en este momento juego Rf8, el empate no debería tardar en firmarse, así que, viendo las necesidades del equipo, trato de liar la cosa.

    38....g5?

Objetivamente, mala. Muy mala, incluso. A partir de aquí, para ser sinceros, debería perder, pero también es cierto que el rey blanco está hecho un lío entre peones propios y ajenos, que la dama blanca está algo lejos para ayudarlo y que la indolencia de mi rival le puede crear algún dolor de cabeza que otro.

    Tras varias jugadas, llegamos a la siguiente posición,


    Juega el blanco y su plan es sencillo, dar jaques a mi rey hasta que pueda centralizar su dama en d4 y, aunque su rey siga liado entre la red de peones, no es realista pensar que vaya a sucederle nada. Mi adversario ejecutó con precisión esta sencilla estrategia (técnicamente era muy bueno, mucho más de lo que decía su ELO, parecido al mío). Llegamos a una posición que yo debería perder.


    Mi adversario realizó su última jugada, 44.Dd4, con evidente fastidio, esperando que me rindiese. Había olvidado que yo había empeorado mi posición voluntariamente para provocar un error por su parte, intentando evitar unas tablas que no servían a mi equipo. El primer fallo del blanco fue su actitud que, por cierto, su capitán le recriminó varias veces. 

    En pocas jugadas más llegamos a la siguiente posición,


    donde le toca jugar al blanco. La mejor, y única para ganar, es 46.Df3. Cualquier otra llevaría a las tablas. No es difícil de ver y mi adversario tenía tiempo para pensar. Sin apenas reflexionar, convencido de que todas sus jugadas ganan, mi rival capturó el peón de c4. Esa jugada aleja la dama del rey y puedo dar jaques a granel asegurando las tablas. Ahora ya no temo por la derrota, la verdad es que antes tampoco, había asumido el riesgo, y estaba atento a que el rey blanco se encerrara a sí mismo en algún rincón que le asfixiara. Llegamos a la siguiente posición,


    Mi adversario seguía convencido de que tenía la partida ganada. Jugaba prácticamente al toque, preocupando a su capitán de equipo, que no tenía tan clara esa victoria. En la posición del diagrama, el blanco jugó 48.Dg4??, y como le ocurrió a mi rival de "La estrategia del riesgo VI" el alemán Thomas, el blanco recibió un merecido mate.


    No hay nada más difícil de ganar en ajedrez que una partida ganada. Una lección que, por muchas veces que recibamos, solemos olvidarla. Yo tampoco estoy libre de ello.

   Tengo una pequeña anécdota sobre ese encuentro. En la biblioteca de la sala de juego del club que visitábamos había un libro que me llamó la atención. Contenía algo más de 60 partidas muy didácticas extensamente comentadas. Un libro antiguo, en inglés, que ya no estaba en circulación, agotado. Tres años después, en el Open Internacional de la Roda, uno de sus árbitros, Manuel Suárez Sedeño, una persona encantadora, un magnífico traductor, con una vasta cultura ajedrecística, colocó una mesa con varios libros que puso a la venta. Entre ellos, el que yo había visto en aquel encuentro afortunado del Interclubs. Lo compré, junto con otro de Capablanca. Ese libro, durante estos 14 años, ha sido el que más he estudiado y compartido con mis alumnos. Y lo llevo siempre conmigo.



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