Y próspero 2009
Es el tiempo de las promesas y propósitos que irán desvaneciéndose con el desgranar de los días nuevos. En enero florece el otoño de las intenciones, que se mecen acunadas por la voluntad ausente, hasta tejer un manto invisible bajo nuestros pies, para sucumbir bajo el peso de la costumbre. Dejadme que me mienta un año nuevo más. Si, permitidme que, como preparando la noche de Reyes, escriba una carta ilusoria, cuya magia durará lo que doce campanadas en la Puerta del Sol. Será como un sueño, que canta el bolero. Así, al menos, durante apenas unos segundos, creeremos aún en la segunda estrella a la derecha o en la bella que despierte al calor de un beso. Y es que me resisto a no cumplimentar de buenos deseos este año 2009. No sabría comenzar el año sin proponerme metas que no intentaré alcanzar. O lo haré solo durante breves días. Como cuando, en la escuela, comenzábamos una libreta con la mejor de nuestras letras, para culminarla con garabatos inteligibles hasta para uno mismo. ...