Control antidoping en el ajedrez

Anda la concurrencia algo revuelta con el tema de los controles antidoping en el ajedrez. El reciente caso del genial Vasily Ivanchuk, quien olvidó pasar el mencionado control en la última ronda de la Olimpiada de Dresde, ha ocupado gran parte de las revistas ajedrecísticas, llegando incluso a merecer la atención de la prensa, deportiva o no.


No vamos a hablar aquí del bueno de Ivanchuk. Quisiera, únicamente, plasmar mi opinión sobre este empecinamiento de la FIDE en conseguir los plácemes del COI para que el ajedrez sea considerado deporte olímpico, llegando a posturas absurdas, que andan muy lejos de la legislación que nuestro deporte precisa.


El ajedrez posee dos características primordiales que lo diferencian de la mayoría de los deportes federados del mundo. A saber:

1) Gran parte de las competiciones ajedrecísticas, están nutridas tanto por profesionales de alto nivel como por aficionados de toda factura, que participan conjuntamente sin ningún tipo de cortapisa.

2) El ajedrez puede disputarse entre deportistas de edad muy dispar, sin menoscabo de las posibilidades reales de victoria. Bahamontes difícilmente ganará a un joven en una carrera ciclista, pero Viktor Korchnoi puede ganar a 50 a la vez en una simultánea. Este sería el símil.


La convivencia entre profesionales y aficionados ya es un problema a la hora de que se nos presenten los vampiros en pleno Open de Benasque y le pidan la muestra de orina a un GM 2600 FIDE, junto a un servidor que es un simple 1902. Seguro que doy positivo por exceso de Coca-Cola, o por el diazepam que muchos mortales tienen que tomar de uvas a peras para poder dormir. O por alguna medicación crónica que cualquier jugador de la tercera edad, y aquí viene el tema de la convivencia intergeneracional, debe tomar para controlar dios sabe qué dolencia. Y como uno es aficionado, no va a estar, cada vez que va al médico, pidiendo permiso a la comisión antidopaje para tomarse el ventolín.


Y es que volvemos al mismo tema de siempre: comparar al ajedrez con otros deportes. Ya se cometió este error con la televisión: se acortaron los ritmos de juego para hacerlos televisivos. En la vida el ajedrez será un deporte atractivo para este medio, y no porque una partida dure cinco horas, sino porque es un juego difícil de entender. Su medio natural es internet, y ahí no importa que una partida dure cinco horas (si las dura es que hay lucha y eso despierta el interés) pues quien accede a la partida es quien quiere verla.

Ahora pasa lo mismo con el doping. El daño no lo hace un estimulante neuronal, el daño lo hace una PDA en el aseo, o un mimo gesticulando tácticas a seguir, o un inconsciente metiéndole un móvil en la chaqueta al rival de su amigo. Ese es el verdadero antidoping en el ajedrez. O es que ahora le vamos a decir a Lilienthal que si, con sus 98 años, quisiera volver a jugar tendría que pedirle a su médico que le retirase cualquier medicación. Igual se nos muere. Eso sí, con el antidoping limpito.

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