Mis amigos del alma I: Clase magistral de arbitraje en La Roda

El ajedrez nos ofrece momentos impagables, sea bien por las satisfacciones propiamente deportivas, bien por esos instantes compartidos con buenos amigos. Este año no tuve ocasión de participar en el Open Internacional de La Roda, donde encontrarme con tanta gente conocida y apreciada. No es un secreto que Juanjo (Llavador), Ana (Pastor) y Rafa (Del Valle, claro) son un grupo de amigos del que me precio formar parte. Juanjo y Ana estuvieron en La Roda. Rafa y yo, desgraciadamente no. El día de la última ronda, domingo 23, visité el torneo para estar unas horas con mis compañeros de club, Guti, Ana, José Manuel y mi hija Ariadna. Fue una jornada entrañable, entre la nostalgia por no haber jugado y la alegría por ver a los cuatro contentos, aunque cansados.
La última ronda nos obsequió con uno de los mejores momentos del torneo. Tras 25 minutos transcurridos de la misma, con un silencio casi absoluto en la sala, los visitantes del Club Escacs observábamos de forma panorámica la sala de juego, tranquilamente sentados, pues aún las posiciones no eran demasiado interesantes. Sobre el leve murmullo general, apenas audible, se alza majestuoso un sonido conocido: MÓVIL A LA VISTA.
Las cabezas de los espectadores semejan periscopios submarinos, buscando al propietario del utensilio. Sin duda, el receptor, avergonzado, busca con disimulo el botón que silencie el tono. Incertidumbre. Mi mujer me mira, inquisidora, valorando el origen del sonido: ¿No será Ana? No creo, le respondo. Roja, rubicunda, irritada, la referee alcoyana viene hacia mi, con paso ligero, militar, y el arma homicida en la mano. Repite una frase corta, casi una sentencia: LO MATO, LO MATO. No me hace falta preguntar, pues seguidamente completa: A Del Valle. La opinión general es unánime, la trencilla alcoyana no esperará la reclamación de su rival: en efecto, abandona inmediatamente. El adversario, un infante, no da crédito cuando le decimos: es árbitro. Pues vaya ejemplo, un árbitro con el móvil encendido. Lo que ya no le contamos es que el llamante también lo es. Una inventigación posterior demostró que el gran Del Valle también llamó a Juanjo Llavador. Por suerte, el emigrante albaceteño sí había apagado el celular.
Demos gracias.

Comentarios

Opinador Lenguaraz ha dicho que…
Querido Akiba, es muy buena la anécdota de la última ronda, ja, ja, ja.
Lo malo es que le pasó a nuestra querida árbitra (contemplada en femenino por la RAE) Ana Pastor. ¿Pero qué hacía Ana con el móvil encendido? ¿No sabe que otro genio y figura como Del Valle la podía llamar? Ja, ja, ja. ¡Vaya par!
Del Valle es como es, es así, no cabe otra definición, es Rafael Del Valle, un tipo admirable y que no ha alcanzado metas más altas en el ajedrez no sé por qué... Bueno sí, por ser él mismo, je, je.
Y Ana, pues otra genia y figura. En mi memoria está la primera vez que la vi. Jugaba en el tablero de al lado al mío, contra Abellot. Se presentó con su melena rizada leonina, su chupa de cuero, una heavy total, como debe ser, je, je.
A lo largo del tiempo la he conocido un poco y es una excelente persona, siempre amable y accesible, y una buena árbitra de ajedrez, además de apasionada por el noble juego, sin duda. Siento lo que le ocurrió, pero eso le pasa por confiar en gente como Del Valle, je, je.
Respecto al uso del móvil, propongo una reflexión. Supongamos que tienes un pariente, pareja o amigo/a con problemas de salud, por ejemplo. A veces, una simple llamada tuya le puede ayudar, aunque estés en medio de la partida. Por lo que se podría avisar al árbitro de que puede que te llamen. Hay que presuponer que el que pide eso no es un tramposo que espera que le chiven una jugada. Y sinceramente, si la cosa es grave, yo prefiero perder un punto y si hace falta que me eliminen de un torneo, antes que desatender un aviso que puede ser muy urgente.
Saludos.

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