Tratado de buenas maneras en ajedrez II: Tics, gestos y manías.

Qué los ajedrecistas somos unos tipos raros, es de manual. No me extrañaría que, algún día, nos dedicasen un documental en el National Geographic, o en el Canal Natura y lo titulasen: "El Cortejo de la Presa" o también "Hipnosis sobre el tablero". Y es que ciertamente, no sólo tenemos que luchar contra las buenas jugadas de nuestros rivales, sino contra todo un crisol de danzas rituales, más propias de la cultura maorí que del noble arte del ajedrez.

Y todo puede empezar antes de sentarte a jugar. Miras el emparejamiento, tablero 31, blancas contra quien sea. Buscas en la sala de juego y encuentras tu sitio. Lo que no se vé es ni el tablero ni el reloj: coca cola, bocata, agua, aspirinas, el reloj de pulsera, el móvil apagado, el paquete de tabaco cerrado y el mechero, las llaves del coche, y una estampita de la Virgen de Lourdes, por si se aparece. Te sientas, le das la mano al tendero, y el hombre no te suelta, mientras busca azaroso las planillas: si estaban por aquí, afirma, mientras rebusca con la mano libre por debajo de la paradita.
- Si no te importa, le replicas, intentando recuperar la mano.

Aparecen las planillas, y uno rellena la suya. Como también albergo mis manías, pues procuro hacerlo con letra clara, colocando el bolígrafo siempre entre las dos columnas de jugadas. ¿Qué soy raro? Mi adversario saca un juego de seis rotuladores rötring, cada uno con un color de tinta y calibre distinto, y una regla milimetrada, con la que delinear las jugadas. El problema viene cuando concluye la partida, porque entre que no hay espacio para la firma, y que a uno le da pena hacer un garabato vulgar entre tanto arte gráfico, al final colaboras y le plantas un grafitti.

Prolegómenos finitos, comienza la partida. Juego 1.e4, con naturalidad, y pulso el botón de mi reloj, anotando a continuación la jugada en mi planilla, limpia y ordenada. Mi rival contesta. Por tiempos. Tiempo 1: Mano en alto, como pidiendo la palabra, con los dedos orientados hacia el tablero. La otra mano soportando el mentón, y la mirada fija en la pieza elegida. Este tiempo es el llamado ARRIBA PERISCOPIO.
Tiempo 2: Duda cartesiana: Con la mano aún extendida, el jugador realiza un ligero movimiento de rotación de su mano, con los dedos todavía mirando hacia las piezas. Este tiempo se denomina: ENROSCADO DE LA BOMBILLA o también HOMENAJE A RAPHAEL.
Tiempo 3: o ATAQUE DE LA PIEZA. La mano, como una babosa succionadora, sujeta la pieza con fuerza, y antes de separarla del tablero, la oprime contra él, como afianzando su localización.
Tiempo 4: Con un gesto rápido, potente, el jugador, con la pieza en la mano, vuelve al tiempo 1, pero con la mano hacia arriba, con el terciopelo del trebejo mirando al cielo. Es el movimiento llamado CABO CAÑAVERAL. Si el gesto es erróneo y la pieza se desprende de la mano, cayendo al suelo, el tiempo se denomina HOUSTON, TENEMOS UN PROBLEMA.
Tiempo 5: La pieza es depositada en cualquiera de las casillas hábiles al efecto, con un firme giro rotatorio al tocar tierra. Es el FINIS TERRAE.

Como cualquier árbitro sabe, incluso aquellos que cuando actúan como jugadores lo hacen con el móvil encendido, la jugada no ha terminado. Falta apretar el reloj. Cuando la mano pierde contacto con la pieza, el jugador mira a su rival. Mentalmente recita su mantra: Oooooooooaaaaaaaaaaaaaammmmmmmmmmmm. Al mismo tiempo, y sin perder de vista los ojos del adversario, la mano, extendida y con la palma hacia el tablero, planea majestuosa en busca del maquiavélico mecanismo.
Uno, que ha observado todo el proceso con admiración, cuando ve completado el lance, no sabe si aplaudir, desmayarse, o pedirle un autógrafo al artista, al tiempo que grita EL AUTOR, EL AUTOR.

Notas aclaratorias:
1: Cualquier parecido con la realidad, puede no ser pura coincidencia.
2: Este artículo puede estar basado en hechos reales.
3: No abusar de su lectura, puede ocasionar gestodependencia.

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