La castañera de Jaume Segarra

Hay recuerdos que sólo se almacenan en blanco y negro. El tiempo pasa, y la memoria resguarda su espacio rechazando lo menos útil, que muchas veces es el color de la nostalgia. Cuando no coloreamos arbitrariamente las imágenes del pasado, directamente vienen a vernos en infinitos tonos grises, matizados de albar y azabache al gusto o a la necesidad. También puede suceder que la irisación de lo recordado, sea la orden de una fotografía desteñida, casi sepia, notaria de lo que fueron un tiempo y un lugar ya lejanos. Como la niña de la película de Spielberg, yaciendo sobre cadáveres en blanco y negro, vestida con su caperuza roja, el aroma amarronado y cálido de las castañas en pleno mes de enero, sobresale cromado sobre las manos encallecidas que las mareaban en el tambor, aguardando el color perfecto de lo asado con afecto. El cartón paría calor de castañar con que aliviar el frío del invierno. Su carne saciaba el hambre, hija de jaques y mates, tras horas y horas de dura partida, dispu...