Recapitulación y Apocalipsis.

En estos días, tan propicios a la nostalgia y al recuerdo, cuando uno se siente tentado a la recapitulación, mi mente y mi ánimo andan ocupados en rememorar los lugares recorridos en pos del ajedrez. Hogares de tableros y piezas, con la hora siempre presta a ser iniciada hasta la banderita final, que me acogieron hospitalariamente, en unos como visitante recogido, en otros entrando en casa propia. Perdí mis primeras partidas a las faldas del Casino de Novelda, cuando corría el año 1977 y hubo que buscar mayor motivación que los encuentros escolares, casi siempre limitados a rivales condiscípulos de aula y maestro. Pasó el tiempo, y al solitario Casino se le unió el recién Escacs Novelda, allá por el año 1987, oficialmente, 1981 de trastienda en trastienda, organizando el célebre Campeonato Local de Ajedrez. Ambas fueron y son mi casa. Las gobierne quien las gobierne, independientemente del acierto de cada dirigente, o de la actitud de cada uno. Casino y Escacs son orgullo de noveldenses, y ambos dedicados, como así dicen sus estatutos, al fomento y práctica del ajedrez. Intereses gastronómicos, enológicos o similares, tienden a confundirse con un supuesto afán de camaradería, y a suplantar el verdadero objeto de las ayudas recibidas, que no debe ser otro que la práctica y difusión de nuestro juego. Me satisface presumir que ninguno de los dos clubes de nuestra ciudad se distrae de lo verdaderamente importante, y en ambas se me ha permitido colaborar en el objetivo, y compartir el profundo amor por el ajedrez que sienten todos sus componentes.
En efímeras temporadas, Aspe (1985), Sax (1988) y Castalla (1998) me acogieron en sus casas, como nómada emigrante, necesitado de auxilio. Mis gracias a todos ellos.
Ahora ando embarcado en otras naves: por un lado, colaborando con el nacimiento de un nuevo club, CA Aspe, en el que tienen puestas sus ilusiones muchas personas a las que guardo un gran aprecio. Esto tiene fecha de caducidad, y no estará lejano el día en el que naveguen sólos, pero no a la deriva, pues manejan bien los aparejos. Uno tiene que ir soltando lastre, y no se puede abarcar el océano con un sólo abrazo.
Por otro lado, muevo trebejos al lado de mi hija, en el Club Escacs Enric Valor. Rodeado de juventud, que me contagia una alegría otrora olvidada. Donde siento que tengo algo que aportar, aunque sólo sea la experiencia de 40 años dando jaques, jugando en equipo. El ajedrez ha sido mi mayor educador, y ahora le devuelvo el favor, ayudando a los que vienen por detrás y que, sobre el tablero, ya saben mucho más que yo.
He encontrado buenas personas, que no me ponen en duda, algo a lo que no estoy acostumbrado. Entono un acto de contricción cotidiano, buscando culpas que justifiquen tanta suspicacia sobre mí y en mi casa. Me ampara el secreto de confesión, y no haré públicos mis pecados, pero la penitencia que algunos me imponen, raya el sadismo del silencio, el olvido o la ignorancia. Sólo por poner el ajedrez en primer lugar, sin pararse a pensar que tengo derecho a ello. Y no me refiero en primer lugar en mi vida, reservado a mi mujer y a mi hija, sinó en primer lugar de un club de ajedrez.
Me quedan muchas partidas por jugar. No sé cual será la casa dónde llevar blancas en los tableros impares, a lo largo de los años que restan por jugar. Sólo sé que seguiré buscando la jugada perfecta, el final único, el sacrificio inesperado. Ya no lucharé para que el ajedrez se conozca más o se juegue más o se aprecie más. Voy a practicar el egoísmo, como muchos otros. El tiempo que me queda, tomad nota, me lo guardo para mí y para mis reinas. Para aquellos, ni un minuto más.

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