El trovador de Caissa: Leontxo García

Ariadna y Leontxo
Si en la Edad Media no hubieran existido los trovadores y juglares, quizás gran parte de los sucesos entonces acaecidos quedarían en el más frío anonimato. Gracias a ellos, portadores de noticias y acontecimientos, la profesión de periodista comenzaba a caminar, de una forma, eso sí, bastante diferente a la actual.

Hoy en día, vivimos en un mundo donde la información se tiene a la distancia de una pulsación de ratón informático. Pareciera que ya no son necesarios trovadores que nos cuenten lo que sucede porque, sencillamente, lo estamos viendo. Claro que, quien esto piense, es porque no conoce a Leontxo. Este maestro de la comunicación es capaz de transmitirnos lo que siente al ver cada partida, al entrevistar a cada Gran Maestro que se acerca a su micrófono. Ya nos lo dijo cuando, magistralmente, nos contagió a todos con LA PASIÓN DEL AJEDREZ, durante su etapa al frente de la decana JAQUE. Para mí no hubo otra revista que el Jaque de Leontxo, porque cada número, con su Pasión, me invitaba a desear sentarme ante el tablero. No se trata de contarnos lo que vemos, sino de hacernos llegar lo que no se puede ver, lo que se nos pasa por alto en cada jugada, en cada gesto de los gladiadores.

Son odiosas las comparaciones, pero siempre he visto a nuestro Trovador particular como un Luis del Olmo del ajedrez: una voz irrepetible, un tiempo narrativo impecable, una presencia física majestuosa y un don de gentes cautivador. Y Leontxo tiene la suerte de que, quienes amamos el ajedrez, lo valoramos en su justa medida, y no esperaremos a hacerlo dentro de treinta años, cuando se haya retirado de la escena pública.

Cuando en el pasado Festival Hotel Bali de Benidorm, mi hija Ariadna subió a recibir su premio como mejor sub-16, deseaba que fuese Leontxo quien se lo entregara. Caissa me oyó. Qué nuestra Diosa lo guarde muchos años. Y, por supuesto, QUÉ EL GRAN AKIBA LE INSPIRE.

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