Ajedrez y salud: ¡Cómo pasan los años! Para Korchnoi parece que no. Viktor el Terrible II

Cuando era pequeño, y por la televisión emitían la famosa serie de dibujos animados HEIDI, pensaba que, cuando fuese viejo, o mayor, eufemismo que sustituye a la malsonante anterior, querría ser como el de los Alpes: vivir en un lugar hermoso, muy sano, con una vida tranquila, acompañado de un perro fiel como Niebla, sin más quehacer que ordeñar a las cabras, darles de comer, y fabricar muebles de madera en el coqueto taller carpintero anexo a la casa. Todo muy idílico, hasta la compañía de una niña, que sería mi nieta, que alegrara las largas jornadas invernales.
Claro que, hoy en día, mis ojos de adulto, más cerca ya del abuelito que de Heidi, mi perspectiva ha cambiado, no sé si para mejor, pero sí que a un punto de vista más realista.


Y aquí es donde aparece nuestro querido ajedrez. Ya no quiero parecerme al abuelito de Heidi, sino al admirado Viktor El Terrible, o sea Korchnoi. Con 80 años cumplidos, está jugando en el Campeonato de Europa de Naciones, defendiendo el segundo tablero de Suiza. Y puntuando (En estos momentos +1 -2 =3) de forma dignísima, pues su tablero es bastante complicado.

Y es que nuestro juego, mantiene la mente activa, previniendo de forma eficaz bastantes enfermedades degenerativas del cerebro. Además, al tener un objetivo, sea cada partida, sea cada torneo, se mantiene una motivación constante por mantenerse en forma, por leer ajedrez, quizás ya no como en la juventud, pero sí lo suficiente como para que cada día tenga un aliciente que, en otras personas menos activas, no existe, lo que, reconozcamos, puede suponer un verdadero problema a la hora de que, pasada cierta edad, se mantengan las ganas de vivir plenamente.

Si tengo la suerte de llegar a la edad de Korchnoi, él, previsiblemente, ya nos habrá dejado. Nos quedarán sus partidas y su biografía (Que os recomiendo de forma incondicional, El ajedrez es mi vida y algo más, editado por Chessy). Seguirá siendo un ejemplo para todos nosotros: los que tuvimos la suerte de verlo jugar, y para aquellos que sólo sabrán de él por lo que de él contemos.

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   Korchnoi es un luchador. Pocos hubieran soportado todo lo que el antiguo gobierno soviético le hizo pasar tras su fuga de la URSS. Represalias contra él y su mujer y su hijo Igor. Años antes, en el sitio de Leningrado, tuvo que rebuscar las cartillas de racionamiento entre las ropas de los muertos, para poder sobrevivir. Era apenas un niño, y ya supo qué era la necesidad y la lucha por la propia vida. Con todo el KGB detrás, en 1978, estuvo a punto de ganarle el Campeonato del Mundo a Anatoly Karpov. Sólo le faltó una partida. La misma que le faltó a Tolia contra Kasparov nueve años después. Cosas del destino.

   Korchnoi fue de los primeros jugadores en comprender que las excepciones a las reglas generales son tan importantes, o más, que las propias reglas. Su estilo oscila entre el dogmatismo de algunas partidas, y lo iconoclasta de otras. Siempre de alta escuela, con una técnica depuradísima, tan solo al alcance de unos pocos.

   Ayer Viktor perdió su partida del Campeonato de Europa, pero aún dará más de un susto a rivales, quizás confiados por su ya frágil aspecto. Su cuerpo envejece, pero su mente sigue tan preclara como siempre.

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