Ajedrez, juego de reyes



Hoy leo, con una agradable sensación de sorpresa, la crónica que Rocío García Picazo escribe en la página http://www.ajedrezvalenciano.com/, sobre el campeonato de España sub-14 por equipos. Me ha llamado la atención, sobre todo, el párrafo siguiente, que cito de forma textual:



"Para terminar mi crónica, os pondré mi opinión particular, para mí, el Ajedrez es algo más que el tablero, somos un grupo de personas a las que nos gusta lo mismo. Los enemigos sólo están en el tablero, una vez acabada la partida, todos somos mejores o peores personas, pero siempre puede haber buenas amistades con cualquier persona de cualquier comunidad. Yo puedo presumir de que tengo muy buenos amigos/as en otras comunidades"


Qué una muchacha de catorce años haga pensar a un veterano resabiado de cuarenta y tres, dice mucho del sentido común de Rocío. Ayer mismo, uno andaba desanimado, dándole vueltas a la cabeza, tratando de comprender el porqué, a pesar de los esfuerzos que se le prestan al estudio del ajedrez, los resultados no dejan de ser vulgares, tanto deportiva como creativamente. La respuesta es clara, por supuesto: o no se estudia lo suficiente, o es que uno no da para más.

Entonces llega Rocío, y nos obliga a recomponer la figura, y volver a realizar un balance que pensábamos definitivo: siete lustros jugando al ajedrez, ¿Para qué? ¿Para, de vez en cuando, jugar alguna partida de la que sentirse orgulloso? ¿Para sentir la emoción de estar a punto de cuajar un buen torneo, y estropearlo en las últimas rondas, donde Caissa nos pone a cada uno en su lugar? Sí, quizás para esto, pero hay algo más. Recapitulando, uno se da cuenta de que en este largo camino no ha estado solo. Qué hay gente que lo ha recorrido a nuestro lado. Como dice Rocío, resulta que tenemos buenos amigos.

Presumo de la amistad de un triunvirato arbitral impagable. Éramos unos críos cuando nos conocimos. Y perdura.

A lo largo de mi andadura por el ajedrez postal, he conocido a muchísimas personas. Con alguna de ellas son más de 25 años de jugadas, conversación y tertulia.

Formo parte de una comunidad de locos encantadores, con los que comparto una afición común. Sí, seguramente los ajedrecistas somos egocéntricos, engreidos, pedantes, déspotas y cuantos calificativos sinónimos de los enumerados puedas recordar. Pero así sólo son unos cuantos que creen ser lo que su ELO dice. Hay muchísima gente que está esperando que la partida acabe para analizar contigo el tiempo que haga falta. O equipos (como API ELCHE hace dos temporadas) que tras ganarte una promoción de ascenso, tienen el detalle de compartir unas cañas con el derrotado, y encima pagarlas. Amigos para siempre, diría yo. O que, ganando 7-0, y con la última partida casi ganada, te ofrecen tablas deportivamente para evitar la masacre del 8-0. Villena se ganó así respeto eterno, al tratar como caballeros a nuestro equipo B.

Tengo la fortuna de gozar de contar entre mis conocidos, a varios Grandes Maestros que siempre me han tratado con respeto y cordialidad. Poder compartir momentos de ajedrez, y de no ajedrez, con ellos es un orgullo para mi.

Vivo en un club en el que compartimos buenos momentos. Con el ajedrez o con una cerveza de por medio. Y mi hija ha crecido en ese ambiente de camaradería y respeto que yo heredé de mis mayores y que los Guti, Pinos, Lucas, López, Sergio, han sabido trasladar a la actualidad, con la visión de los tiempos que corren. Y Ariadna ha hecho grandes amigos con un tablero de por medio. La misma Rocío, por ejemplo.


Todo ello es lo que, al final, permanece. Lo que convierte al ajedrez, y a cualquier deporte, en algo especial. Independientemente que, al sentarnos frente al tablero, olvidemos durante cincuenta jugadas que nuestro rival es nuestro amigo. Si el ajedrez no fuese más que la búsqueda de la victoria, entonces dejaría de ser, como es, un juego de Reyes en manos del pueblo llano.

Comentarios

anonimo ha dicho que…
Yo por esas razones juego también al ajedrez, el día que descubra que eso ha desaparecido, muy a mi pesar, y en riguroso silencio, dejaré el ajedrez.

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