Viktor El Terrible I: Christiansen, L-Korchnoi, V - Linares 1979
Qué los finales son la parte de la partida de ajedrez que más me gusta estudiar, no es ningún secreto para quienes me conocen bien. Las posiciones con pocas piezas, en general, y los finales en particular, (ambas situaciones no siempre son sinónimas) representan la esencia de nuestro juego, donde cada pieza muestra sus virtudes y carencias, más que en cualesquiera otras facetas de la partida. Al no estar rodeados de cómplices, cada uno de los trebejos restantes ha de valerse por si mismo, enfrentándose a estructuras de peones, casillas fuertes y débiles, iniciativas u otros conceptos ajedrecísticos, sin más ayuda que sus propias capacidades. Desde hace muchos años que estudiar este tipo de posiciones me resulta muy divertido, mucho más, desde luego, que dedicar mi tiempo a las aperturas o a posiciones de medio juego con casi todas las piezas sobre el tablero.
Esto, desde luego, no siempre fue así. Al comienzo de mi afición, los finales los veía como algo aburrido, árido, teórico y mecánico. Además de dificilísimos de aprender. Esto último no ha cambiado, sigo entendiendo la gran dificultad de jugar un buen final. Pero hoy en día, desde hace ya años, mi visión de los finales es, desde luego, más complaciente. Podría decir que este giro se debe a mi mayor comprensión del ajedrez. Así quedaría como un erudito, además de como un pedante mentiroso. La culpa fue de Viktor Korchnoi, y de una victoria suya contra Larry Christiansen, en el II Torneo de Linares, allá por el año 1979. La partida cayó en mis manos dos o tres años más tarde. Entonces no había internet, y no todos teníamos dinero, con 14 años, para comprar el Jaque, única revista española, que sólo se podía comprar por suscripción.
Obviamente mi interés era totalmente superficial. ¿Qué peón llegará antes, el negro o el blanco? Era lo más cerca que había estado de un final hasta entonces. Mi cálculo fue simple: 53....,e3 54.c7, e2 55.c8=D, e1=D 56.Dc5, y mate rápido. Al seguir la partida de Korchnoi, descubrimos, éramos dos amigos leyéndola, otras formas de jugar el final distintas del arrebato de peones de tan inconscientes analistas:
53....,Td3 54.Re5, e3 55.Rf5
El negro no puede ganar, pensamos. Pierde este peón, y el de e no tiene mucha ayuda. Seguimos sorprendiéndonos.
55...., Td5 56.Rf4

56....Te5!! Dios mio!!!
Ese mismo día, en casa de Félix Montoya, le pedí a su hemano que me dejase un buen libro de finales. Los finales de peones de Rey Ardid fue el primero en pasar por mi tablero. Hoy aún sigo estudiándolo de cuando en cuando. Falta me hace.
Comentarios
Sin duda que debió ser placentero estudiar en compañía de los Montoya, una pena que ya no anden por Novelda.
Además, estoy de acuerdo contigo en que estudiar finales de ajedrez es algo muy gratificante, ya que de ese modo se evita el tirar por tierra la labor previa de la apertura y el medio juego. Es más, te diría que a veces tiene mucho mayor valor encontrar jugadas como el Te5 de Korchnoi, que algún sacrificio que estás cansado de hacer al jugar siempre posiciones similares, por lo que ese día duermes realmente feliz, ya que has hecho algo diferente.
Un saludo.
Quiero informarte que para practicar se pueden jugar directamente partidas de finales típicos de peones y torres, en la modalidad de juego que se describe en mi blog www.ajedrezjubilado.com.ar, donde la promoción de torre es obligatoria. Excelente todo lo tuyo!. Te mando un gran abrazo desde Buenos Aires